Hace poco me contaron la "triste" historia un pequeño conejito blanco... bueno blanco y gris.
Lilo era su nombre. Lilo vivía una tranquila, quizá aburrida, pero pacífica vida en una pequeña jaula de 3x2 palmos. Su alimentación se basaba en todo lo que sus dos hermosas cuidadoras de daban. Bueno, eso y patas de sillas, cleenex, cables e incluso, de vez en cuando, el pelo de alguna de sus cuidadoras.
El pobre Lilo era ciego de un ojo, tuerto vamos. Tal era su desgracia que cuando lo asustaban o le pegaban uno de sus brotes esquizofrénicos y tenía que salir corriendo se llevaba por delante mesas, puertas o paredes.
Lilo no era muy amigo del riesgo, tenía la oportunidad de explorar los vastos páramos salvajes que rodeaban su terraza favorita... pero no supo aprovecharla. Tan poco aventurero era, que cuando se cansaba de respirar aire fresco volvía corriendo a su jaula. El pobre lilo, que además de tuerto debía ser un poco miope y algo olvidadizo, tenía la costumbre de comerse el ventanal que separaba la terraza de la habitación donde solía estar su jaula.
Lilo, además de tuerto, miope, olvidadizo y poco dado a la aventura, era obeso. Eso sí, la barriga no era lo único que Lilo tenía desproporcionado. Nadie podía negar que Lilo era macho... lilo era causante de sonrojos femeninos cuando se dedicaba algo de tiempo a si mismo.. . ya me entendéis.
Bueno, decidí contaros la historia del pobre Lilo por como terminó su corta vida. Un buen día, sus cuidadoras decidieron irse de viaje durante una semanita y, siempre pensando en el pobre Lilo, decidieron dejarlo bajo el cuidado de un amigo.
Al cabo de 7 días cuando regresaron de sus cortas vacaciones, el pobre Lilo había pasado a mejor vida. Resulta que este "amigo", además de cuidar a Lilo, cuidaba de 3 jóvenes, hermosas e insaciables conejitas.
Lilo estuvo dándolo todo durante 6 días sin apenas dormir ni comer. No paraba, uno detrás de otro, una detrás de otra, pero tan insaciable era el apetito sexual de estas conejitas que al final del sexto día, y supongo que con algo de ayuda de su obesidad, su pequeño corazoncito dijo basta.
El amigo, 5 semanas después de haber enterrado al pobre Lilo, se dio cuenta que, a pesar de tuerto, miope, olvidadizo, poco aventurero y obeso, Lilo era fértil. Y tan fértil!
Lo poco que recordamos de Lilo hoy en día son un par de manchas de orina en la alfombra de la casa donde vivió y la orda de conejos consecuentes de su deseable hazaña, por la que dio la vida y hoy le recordamos en nuestro humilde blog.
Un abrazo!
Dos palabras: Brutal y genial!
ResponderEliminarMe cae bien Lilo. Si es que el dicho de follar como cojenos viene de algún sitio.
jajajja que grande lilo!!! Obeso, tuerto y olvidadizo, pero aun asi supo como montarselo con 3 conejillas! kin crack!
ResponderEliminarli-lo!
ResponderEliminarli-lo!
li-lo!
li-lo!