Esto, evidentemente no es una solución y se debe al llamado concepto de la inflación. Si el Banco Central crea mucho dinero, la gente tiene más para comprar, la demanda aumenta, y por lo tanto, los precios también. Al cabo de un tiempo, el poder adquisitivo sigue siendo el mismo que el de antes que se emitieran los billetes, pero con la diferencia de que ahora una barra de pan vale más.
Esto, a niveles más bestias se llama hiperinflación, concepto que surgió antes de la IIª Guerra Mundial en Alemania, debido principalmente a las consecuencias de la Iª Guerra Mundial. Hoy en día, parece que la hiperinflación sólo sucede en países africanos y con carencias políticas bastante importantes. Sin embargo, también la podemos encontrar en Europa. Concretamente, Bielorusia. Lo siguientes vídeos muestran la cantidad de billetes que se necesitan para ir al supermercado.
Una vez se llega a estos niveles, ya no hay marcha atrás. El siguiente paso es el que podemos encontrar en fotos de la hiperinflación de la República de Weimar, en los años 20 del siglo pasado, cuando el papel directamente deja de aceptarse:
Todo papel moneda acaba volviendo a su valor intrínseco: cero.
Aunque parezca algo gracioso, a los ahorradores de esta moneda no les debe hacer ninguna gracia ver cómo lo que les ha costado mucho de ahorrar ahora no sirve más que para comprar unas docenas de cervezas. No hay más que imaginarse que son billetes de euros (aunque sean de 5 euros, o de 1 euro, si los hubiera) para darse cuenta del poco valor que puede llegar a tener un papel moneda que tiempo atrás costaba mucho de conseguir.
Es por esto que es necesario que el papel moneda tenga respaldo en algún bien con valor intrínseco el cual no se pueda crear de la nada (siendo los más adecuados los metales preciosos, por sus cualidades físicas y relativa escasez). De esta manera se limita la sobreimpresión que siempre acaba ocurriendo cuando el país emisor se endeuda demasiado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario