Ayer
estuve con José Luís, un chileno que obtuvo la misma beca que yo hace doce años
y que ahora reside en Tokyo. Un gran tipo, que me ayudó sin conocerme en
persona a encontrar el trabajo del señor Sato.
Estuvimos
conversando largo rato en un bar de Onjuku de californianos surferos, donde va
muy habitualmente M. Komoto.
Uno de
los temas que más me llamó la atención es la visión que tenía José Luís de los
japoneses. En los meses que llevo aquí yo también he notado esos cambios
culturales tan bestias y que tanto me impresionaban al principio. Sobretodo en
el club de Judo. Los japoneses actúan, sobretodo, en base a procedimientos y
ambientes. Cada cosa se hace en el lugar oportuno y no hay que salirse de ese
patrón. Además de ello, a los japoneses les cuesta mucho negarse a hacer algo.
Algo que también se extiende a lo largo de todo Asia. Al japonés le es muy
difícil decir las cosas de forma directa.
Un
ejemplo de esto, como me comentó José Luís, es el siguiente. Imagina que hay un
tipo que vive en un edificio, y cada noche escucha al hijo de su vecino tocar
el piano. Eso no le permite conciliar el sueño correctamente. ¿Qué haría un
español? ¿o un chileno? Nosotros iríamos al piso de nuestro vecino y cuando nos
abriera le diríamos que su hijo está tocando el piano muy fuerte y no nos deja
dormir. Lo que pasaría después depende de la educación de nuestro vecino.
Sin
embargo, el japonés iría al piso de su vecino y cuando abriera la puerta, le
diría que su hijo está teniendo unos progresos impresionantes con el piano, que
está muy sorprendido y que cada noche le escucha tocar hasta muy tarde. El
vecino, de inmediato, daría por entendido el mensaje y prohibiría a su hijo
seguir tocando el piano a según que horas, además de que se disculparía tres
millones de veces.
Por
otro lado está el tema de las mujeres japonesas, por el que los latinos y
occidentales en general suelen estampar su cabeza contra un muro durante mucho
tiempo. Para entender un poco la mentalidad de las japonesas, a diferencia de
la mujer occidental, pondré otro ejemplo verídico que nos pasó a Esteban y a mí
el otro día, en el arubaito de Ichinomiya, con los niños con problemas
mentales.
Un amigo de la universidad quería invitar a dos de las chicas que están fijas allí a la fiesta de fuegos
artificiales de Katsuura (Hanabi de Katsuura). Justamente ese día, al terminar
la jornada laboral, nos acompañaron ellas dos en coche hasta la estación de
tren. En ese momento aprovechó para comentarles el tema, a ver si querían
venir. Yarita dijo que le gustaría, pero que no podía porque tenía un partido
de basket y luego una barbacoa con sus amigos de equipo. La otra chica,
Hayashi, se hizo la sueca.
Días más tarde nos enteramos, vía otra chica que trabaja allí, que Yarita
realmente había quedado con un chico y tenía una cita. A mí esto me sorprendió
muchísimo. La pregunta que me hice es: ¿por qué le mintió a mi amigo? Normalmente sería algo así como que tengo otro compromiso o he quedado con otro chico, pero una mentira...?
La respuesta de José Luís es que
en la cabeza de la japonesa, decir que tenía una cita con otro chico, aunque la
tuviera anterior a nuestro plan, es como habernos dicho que prefería ir con
otro chico a ir con nosotros, además que podía parecer incluso un poco fresca.
Por todo esto, prefirió utilizar el recurso de la mentira. Brutal.
Otro
ejemplo que me comentó el propio José Luís, es que cuando estuvo estudiando en
la universidad de Waseda, en Tokyo, llegó a invitar a salir a unas diez
japonesas en dos semanas, obteniendo un no por respuesta.
Poco después
le llegó a sus manos un libro sobre choques culturales con Japón que explicaba
el procedimiento para invitar a salir a una japonesa. Para empezar, no se debe
dejar un plan cerrado ni una fecha concreta, porque ella se sentirá presionada
y le será muy fácil negarse. Habría que proponer el plan de esta forma: un
día de estos estamos pensando en ir con unos amigos de aquí (que ella conoce) a
tomar algo, ¿te apetecería venir? En este momento, la estás medio acorralando y
a ella sólo le queda el sí por respuesta, porque no sabe ni la fecha, ni
cuándo, ni dónde. Decir que no a algo tan abierto es dejar claro que no quiere
nada contigo. Luego, a lo largo de los días, sigues hablando con ella y vas
ajustando en base a lo que sería su escenario ideal. Tanta gente, y tal lugar,
haciendo tal cosa. Importante al principio salir con más gente para que luego
no salgan chismes y la gente piense que
la propia japonesa es una facilona. Esto les afecta muchísimo.
Hablamos
de muchos temas sobre Japón durante la tarde, pero sin duda el que más me llamó
la atención fueron las diferencias culturales que existen entre nosotros y
ellos en el aspecto de decir y tratar las cosas.
Poco
después me invitó a que fuera a cenar con su familia japonesa (familia postiza).
Es una familia que vive en Onjuku. Estaba a unos diez minutos caminando. La
familia estaba formada por Hoshino san (padre de familia), su esposa y su hija
(de treinta año y embarazada del tercer niño). Por allí estaba también una niña
de dos años muy simpática.
Como es
habitual, me invitaron a cenar y hubo buena comida en abundancia.
Extremadamente generosos. Otro aspecto increíble de los japoneses. Sin a penas
conocerte, las personas que pasan de la cuarentena, habitualmente, son muy
generosos y confiados.
Conversamos
sobre muchos temas y como José Luís estaba allí me ayudó mucho en mi práctica
con el japonés.
En un
momento dado de la noche, sin haber acabado de cenar, se levantaron y dijeron
que era el período de Obón, el festival de los ancestros. Este período va desde el 12 de agosto hasta el 15 y
trata de rezar por los antepasados de la familia. Fuimos a una sala de estar
donde tenían fotos y altares de los antepasados. Además, había fruta
(habitualmente la que más le gustaba a la persona fallecida) y otros regalos.
Más tarde salimos de la casa y fuimos caminando hasta el cementerio de Onjuku,
también para entregar a las tumbas de los antepasados frutas, verduras y
dulces. La familia estuvo rezando en silencio durante varios minutos.
Antes
de llegar a su casa, me mostraron un restaurante de sushi cercano, y me
comentaron que pertenecía a la familia y llevaba abierto más de cien años. Desde el período Meiji, casi nada.
Más
tarde volvimos a su casa, seguimos cenando y conversando un buen rato y
finalmente se empeñaron en acompañarme en coche hasta Katsuura.
Gran guia sociocultural japonesa...
ResponderEliminarQue estudiaste?? empresariales o sociólogo?? xDD Buen aporte, a ver si lo podemos aplicar en diciembre cuando estemos ahi ;-)