En 1865 se aprobó la Decimotercera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos que abolía y prohibía oficialmente la esclavitud en los Estados Unidos de América y, con excepciones limitadas (como a los condenados por un delito) prohibió la servidumbre involuntaria. Pero en el día a día, sobre todo en los Estados del Sur, todavía existían prejuicios raciales.
Marshall Walter Taylor nació el 26 de noviembre de 1878, en el estado de Indiana. Su padre, Gilbert, el hijo de un esclavo Kentucky, luchó por la Unión en la Guerra Civil y luego trabajó como cochero de los Southards, una familia adinerada de Indianápolis. Cuando Taylor era un niño, solía acompañar a su padre para ayudarle con los caballos y entabló una estrecha amistad con Dan, el hijo de los Southards de su misma edad. De hecho, cuando Marshall tenía 8 años, se llegó a mudar a la casa de los Southards donde recibió la misma educación que Dan. Aquellos felices recuerdos se truncaron cuando la familia se trasladó a Chicago y Marshall tuvo que volver a su casa… a la cruda realidad. Con 13 años tuvo que ponerse a trabajar para ayudar a la economía familiar y lo hizo de repartidor de periódicos con la bicicleta que los Southards le habían regalado cuando se marcharon. Aquella bicicleta se convirtió en su compañera inseparable.
Un avispado comerciante local, propietario de la tienda de bicicletas Hay and Willits, se fijó en la facilidad que Marshall tenía para hacer piruetas y acrobacias con la bici, así que lo contrató para hacer exhibiciones en la puerta de la tienda para atraer clientes. En las exhibiciones se vestía con un uniforme militar y desde aquel momento se quedó con el apodo de “Major“. La tienda en la que trabajaba patrocinaba una competición ciclista local y el día de la carrera Tom Hay, su jefe, le llevó, en teoría, sólo para verla… cuando llegaron le apuntó: con 13 años, Marshall “Mayor” Taylor ganaba su primera competición con una superioridad abrumadora. Durante algunos años más siguió trabajando en la tienda y compitiendo en algunas carreras amateur pero con 17 años conoció a Louis Munger, un exciclista y fabricante de bicicletas, que se convertiría en su manager y, sobre todo, en un buen amigo.
Munger le inscribió para competir en una carrera profesional en Indianápolis… aunque sólo podían competir blancos. En un principio pensaron echarlo pero luego decidieron que sería mejor dejarlo participar… ¿Qué iba a hacer un amateur negro contra los profesionales blancos? Con 17 años batió dos récord en pista (mile y fifth mile). Aunque la respuesta de los organizadores fue prohibirle volver a participar y no validar aquellos registros, ahora todos conocían al Ciclón Negro. Munger se lo llevó a Worcester (Massachusetts) donde tenía la fábrica y compitió en New York en una prueba de resistencia de seis día, consiguió terminar pero decidieron que no competería más en en este tipo de pruebas. Pero lo que sí consiguió en New York fue hacerse profesional.
En 1897 comenzó a competir en el circuito nacional pero el color de su piel le supuso muchas limitaciones: los promotores de las pruebas del Sur le impedían participar, otros muchos competidores le insultaban y lo tiraban de la bici en plena carrera, incluso uno le llegó a coger del cuello y lo dejó inconsciente (se saldó con una multa de $ 50)… Pero no sólo en la competición, cuando compró una casa en un buen barrio de Worcester los vecinos hicieron una colecta para recomprarla por $ 2000 más, algunos hoteles se negaban a alojarlo… Aún así, Taylor consiguió siete récords mundiales, ganó 29 de las 49 carreras que disputó como profesional y en 1899 logró el Campeonato del Mundo en Montreal (Canadá). Su fama saltó a Europa y los promotores franceses quisieron contratarlo y, aunque al principio se mostró reticente, accedió con la condición de no competir en domingo – era un devoto seguidor de la Iglesia Baptista -. En 1902 compitió en el circuito europeo – en igualdad de condiciones que los blancos – ganando la mayoría de las carreras en las participó y cimentando su reputación como el mejor ciclista del mundo. La gira europea continuó hasta Australia para convertirse en el deportista mejor pagado de la época ($ 30.000 anuales).
En 1910, con 32 años, Taylor se retiraba. Algunos fracasos empresariales, el crack del 29, la separación de su mujer y la enfermedad dejaron al Ciclón Negro solo y arruinado. Durante unos años sobrevivió vendiendo por las calles su autobiografía The Fastest Bicycle Rider in the World. En 1932, a los 53 años, murió y fue enterrado en una fosa común en el Cementerio Mount Glenwood de Chicago. Años mas tarde, un grupo de exciclistas profesionales que conocían la historia de Taylor exhumaron sus restos y los enterraron en una tumba individual con una placa de bronce que reza:
Al Campeón Mundial de ciclismo que superó el difícil camino sin odio en su corazón. Honesto, valiente, creyente, de vida limpia y caballeroso deportista. Un recuerdo a su carrera en la que siempre dio lo mejor. Te has ido pero no te olvidamos.